sábado, 7 de enero de 2012

El Sistema Político es un Ladrón Robando en su Propia Casa

OCCUPY WALL STREET
¿Por qué empezó. ¿Quién está detrás de él. ¿Qué viene después.

Por  Arianna Huffington  para el Huffington Post


Nota del Editor:  
Extracto editorial de Arianna Huffington sobre su libro OccuPy Wall Street, lo que cuenta no es demasiado diferente de lo que ha ocurrido en Argentina. "El que se vayan todos Argentino", termino siendo que se queden todos.  Si algo tienen los politicos es la astucia para mutar de pieles y de esencias. La debilidad de los gobernados es que no estan organizados.  Lo mismo sucederá en EE. UU. .

La Novedad es que esto esta pasando en la Superpotencia mas grande del mundo donde la codicia pudo mas que el bien general.  En otro libro Jeff Madrick se pregunta ¿por que siempre ganan los villanos? Leer aqui Todavia no se a que me suena esto ultimo pero creo que la melodía la conozco.

Quizás poniéndonos proféticos en términos de Nostradamus . Obama sera el ultimo Papa Negro y luego vendrá el Anticristo??.

Que nos cuenta Arianna.....

Publicado: 06/01/12 11:31 ET



Liz Nicholson-spray de pimienta sobre su rostro

En el 2012 los estadounidenses acudirán a las urnas y votaran por quien quieren que los represente en Washington. Sin embargo, el 2011 mostró, que el impulso político real no se encuentra en Washington. Nuestras instituciones nos han defraudado, no sólo por no haber impedido que la mayor crisis financiera desde la Gran Depresión, sino también por sólo la producción de soluciones óptimas en el mejor de los múltiples problemas que estamos enfrentando.

De hecho, la crisis en sí misma era más bien un síntoma que una causa. La tendencia había estado en movimiento desde hace décadas: el declive de la clase media, la creciente desigualdad y la movilidad social descendente. Pero en 2011, con la credibilidad de nuestro sistema político en ruinas, algo sucedió. La gente dijo "basta", y decidió tomar el asunto en sus propias manos. Capturando el momento de hacer al manifestante personaje del año para el 2011.

A principios de 2011, los movimientos tectónicos que definen el año apenas había empezado a hacer ruido. Mohamed Bouazizi, un pobre vendedor de frutas de Túnez, aún tenía que apagar en sí mismo disolvente de pintura y encender una revolución - que sería el primero de muchos. El presidente Egipcio, Hosni Mubarak, sentado cómodamente a punto de entrar en su cuarta década de la dictadura. España " Los Indignados "aún no había tomado las calles de Madrid. Y muy pocas personas, aparte de los trabajadores financieros en la hora de la comida, eran conscientes de la existencia del Zuccotti Park, una pequeña plaza de concreto en el distrito financiero de Nueva York que pronto se convertiría en el corazón de Wall Street Occupy.

Occupy empezó bastante tranquilo - unos pocos activistas y un hashtag de Twitter eventualmente condujo a un par de cientos de personas reunidas en el Zuccotti Park el 17 de septiembre de 2011. Pero en lugar de ser simplemente un bache casi desapercibido en el radar de noticias, los manifestantes se quedaron en el parque y en la pantalla. Y entonces el movimiento empezó a crecer fuera del parque, se extiende a decenas de pueblos y ciudades y campus universitarios en todo el país.

El mensaje de AA fue amplia: el status quo se ha roto, el sistema económico manipulado para ayudar injustamente los que menos lo necesitan y necesitamos desesperadamente cambiar. Algunos criticaron inmediatamente al movimiento por no tener metas tangibles y concretas. Pero, de hecho, la simplicidad del mensaje era parte de lo que alimentó su crecimiento.

Su atractivo, cruzar las líneas partidistas de generaciones e incluso las clases sociales - la atracción, como Keith Boykin CNBC lo puso , "alto en edad escolar a los niños con sus padres, los estudiantes universitarios en las camisetas de su escuela, los hombres en trajes de negocios, las madres con cochecitos de bebé, las personas con puestos de trabajo, las personas que estaban en el paro ", y" los jubilados de pelo blanco. "

De repente, tres años después de la crisis financiera sumergió al país en una recesión, los estadounidenses se unen a la protesta, haciéndose eco de Frederick Douglass axioma que "el poder no concede nada sin una exigencia, nunca lo hizo y nunca lo hará." Cuando el presidente Obama, en diciembre su discurso en Osawatomie, Kansas, identificó la desigualdad como "la cuestión decisiva de nuestro tiempo", él no estaba a la cabeza, para unirse al coro - Occupy en el muro de las callea los manifestantes habían estado diciendo lo mismo durante casi tres meses.

Occupy, el movimiento, no es sólo un desafío para nuestro sistema político, es una respuesta. Una respuesta a millones de personas, que nuestro sistema quebrado es incapaz de crear soluciones para revertir la creciente inequidad e injusticia que están cambiando nuestro país .Fue una respuesta a la creciente sensación de que el pacto esencial del sueño americano - si usted trabaja duro y juega con las reglas, usted será recompensado - no era confiable. Y no sólo nuestro sistema político es incapaz de repararlo, nuestras instituciones políticas fueron cómplices de la ruptura.

Y la respuesta de nuestros líderes políticos a los que simplemente quieren que el sistema haga lo que tiene que hacer ha sido revelador. Ocupar el movimiento ha servido como una prueba - un MRI nacional - que ha permitido hacer el check in en la salud de nuestra democracia. Los resultados son alarmantes. Está claro que Washington no puede venir con los cambios necesarios que revertir estas líneas de tendencia destructiva, y ayudar a alinear los intereses de Wall Street con las preocupaciones de la calle principal.

Más bien, lo que el movimiento, y la respuesta a ella, ha demostrado es una clase gobernante casi completamente desconectada de los que pretende representar. En lugar de reconocer la verdad de la crítica y empezar la búsqueda de maneras de actuar en consecuencia, la respuesta de los gobiernos locales se parece más a la de los ladrones que los sorprendió la policía y decidió hecharles spray de pimienta para que salgan.
Aunque en este caso, el sistema político es un ladrón robando en su propia casa. Esta es la razón de la gran parte del éxito del movimiento Occupy se puede atribuir al hecho de que se inició fuera del sistema. En una época donde la autenticidad es el hambre de la gente , OWS no viene de arriba hacia abajo - no fue organizado por ningún partido o institución.

Durante semanas, la noticia fue dominado por imágenes indelebles de la violencia: no era el oficial de policía de Nueva York tranquilamente caminando hacia varias mujeres que fueron escritas, rociando pimienta en la cara y luego yendose . No era la mujer de 84 años de edad,rociada con gas pimienta en Seattle, junto a una embarazada de 19 años de edad, y un sacerdote. El veterano de guerra de Irak Scott Olsen extendido en el suelo con un traumatismo craneal grave tras ser asaltado por la policía de Oakland. La imagen de Elizabeth Nichols rociada con gas pimienta directamente en la cara por la policía de Portland.

Aunque el movimiento ha sido eliminado de muchos parques, esto nunca fue acerca del territorio. E incluso si se terminara mañana - y ciertamente no va a suceder - ha cambiado la conversación nacional de manera que hubiera parecido impensable hace apenas un año. Occupy ha provocado que la gente haga preguntas fundamentales acerca de nuestro sistema político y económico, y sobre los sistemas de trabajo. La gente piensa sobre que en Estados Unidos debería existir, sobre cuales son los valores se debe premiar y castigar. La gente piensa que debe haber una mejor manera de organizar un mercado libre, el sistema capitalista - que podría ser más productivo y más justo.

"Este movimiento popular pacífico ha tenido éxito en crear conciencia sobre los crecientes ingresos y la desigualdad de la riqueza y, en general, un sistema que parece mejor para servir a los pocos privilegiados que permita  empleos y crecimiento del ingreso a la mayoría", dice Mohamed El-Erian, director general de PIMCO, el mayor fondo de bonos. 

Ha hecho que la gente haga preguntas. Y, cada vez más, no le gustan las respuestas. Esto no es poca cosa en un país que ama distraerse.

viernes, 6 de enero de 2012

Occupy SiliconValley

EE UU, Ley contra la pirateria informatica 

Google, Yahoo, Twitter, Facebook y Amazon boicotean la nueva norma de defensa de derechos de autor que se votará el día 24 - El texto endurece el actualmente en vigor
BARBARA CELIS - Nueva York -

Un apagón digital protagonizado por Google, Yahoo, Twitter, Facebook, Paypal, AOL, Amazon, Mozilla y otras grandes ciberempresas debe ser algo bastante parecido al fin del mundo en el siglo XXI. Su desconexión voluntaria, aunque solo fuera durante algunas horas, supondría sufrir y provocar perdidas económicas millonarias y colapsar el tejido económico y social de Estados Unidos. Es poco probable que algo así ocurra... pero no es imposible. Todas esas empresas, integradas dentro de la plataforma Netcoalition.com, han discutido la posibilidad de protagonizar un apagón digital este mes como medida de presión contra el proyecto de ley SOPA (Stop Online Piracy Act), una especie de ley Sinde que desde el pasado octubre se discute en el Congreso estadounidense. Así lo sugirió recientemente Markham Erickson, presidente de Netcoalition y lo ha confirmadoa este diario su portavoz Jake diGregorio, aunque reconoció que se trataba, de momento, "solo de una idea".

Más rápida y más agresiva

La ley criminaliza también webs y blogs situados fuera de Estados Unidos
Se obliga a los servidores a bloquear servicios cuando hay delito
La SOPA, que en su versión en el senado lleva las siglas PIPA y que será votada en esa cámara el próximo 24 de enero, ha puesto en pie de guerra a todo el planeta digital estadounidense, prácticamente sin excepciones. Propuesta el pasado octubre por el congresista republicano Lamar S. Smith y una coalición bi-partisana, la SOPA aspira a reforzar la persecución de la piratería digital otorgándole al Departamento de Justicia estadounidense el poder de criminalizar a toda web que aloje contenidos ilegales, desde un blog anónimo en Rusia a la mismísima red social Twitter si un usuario tuitea un link a una web con contenido ilegal. Las webs ubicadas fuera de Estados Unidos, que hasta ahora estaban a salvo de la justicia estadounidense, se convierten así en una de sus principales dianas. ¿Cómo? A diferencia del Digital Millenium Copyright Act, por el que se regía la persecución de la piratería online desde 1998 y que simplemente obligaba a una web a retirar el material ilegal (por ejemplo un vídeo de Youtube), la SOPA impone a los proveedores de internet, a los motores de búsqueda, a las empresas de publicidad y a las de pago online bloquear los servicios a escala mundial de toda web que esté bajo investigación del Departamento de Justicia. Además obliga a los proveedores de dominios, (la gran mayoría están alojados en Estados Unidos, aunque la web esté por ejemplo en España), a inhabilitar toda web sospechosa, provocando de facto su desaparición de la red. De lo contrario, ellos mismos se exponen a entrar en la lista negra.

Y eso, al margen de que la violación de derechos de autor conlleve o no un beneficio económico para la web que infringe la ley. Por ejemplo Wikileaks, que se ha dedicado a filtrar gratuitamente informes gubernamentales y por tanto protegidos por la legislación de propiedad intelectual, sería fulminada en el acto si la SOPA se aprobara.

"La gravedad de la ley reside en la vaguedad de su lenguaje, que puede interpretarse de forma tan amplia que desde los proveedores de Internet a los propios usuarios podrían convertirse en objeto de persecución legal", explicó a este diario Jake diGregorio. "Creará nuevas herramientas para silenciar la libertad de expresión en Internet", advierte la Electronic Frontier Foundation.

La SOPA ha puesto de manifiesto la gran brecha conceptual entre el mundo digital y el de las empresas tradicionales de contenidos. Como afirmaba recientemente en The New York Times el especialista en tecnología David Carr, "las empresas digitales ven la SOPA como una peligrosa y destructiva amenaza para la libertad en la web, acercándose a una regulación intrusiva como la que ha convertido China en el villano de los ciudadanos de la red". Esas empresas, encabezadas por gigantes tecnológicos como Google, Facebook, Yahoo o AOL enviaron en diciembre una carta al Congreso estadounidense subrayando su apoyo a los objetivos de la ley -luchar contra la piratería y reforzar las herramientas para combatir las páginas ubicadas en el extranjero que violan los derechos de autor- pero advirtiendo que tal y como estaba redactada "expondría Internet y las empresas a nuevas e inciertas amenazas, les privará de derecho de acción y obligará a controlar las webs". O lo que es lo mismo, a censurarlas.

Los dos grandes defensores de la SOPA son la Motion Picture Association of America (MPAA) que agrupa a las grandes productoras de cine estadounidense y la Recording Industry American Association (RIAA), que agrupa a las grandes discográficas. Además otras 140 empresas cercanas a ellas les apoyan. Según la MPAA, Estados Unidos pierde anualmente unos 46.000 millones de euros por culpa de la piratería mientras que la Cámara de Comercio de ese país, también defensora de la ley, afirma que 19 millones de puestos de trabajo están amenazados por ella.

El debate está candente y tanto el mundo internauta (Arianna Huffington, Jack Dorsey, Jimmy Wales o la Online News Association) como el de los defensores de las libertades civiles (desde la ACLU a Human Rights Watch) están luchando para cambiar el texto de la SOPA, cuya posible inconstitucionalidad ha sido denunciada por más de 100 profesores de leyes, que así se lo han hecho saber al Congreso.

Una cosa queda meridianamente clara: la ley Sinde en su versión estadounidense ya ha provocado bajo su suelo un auténtico terremoto.

jueves, 5 de enero de 2012

Ley Antipirateria AntiP2P

Despilfarro y fracaso de la ley antiP2P en Francia: Preámbulo de lo que sucederá con la Ley Sinde
"España se sitúa como uno de los países que se toma con seriedad la propiedad intelectual". Con estas palabras defendió José Ignacio Wert, ministro de Cultura, la activación de la Ley Sinde, poniendo como modelo otro países igual de "serios" por tener este tipo de normas. Sin embargo, la realidad demuestra que son un fiasco.

Los defensores de la polémica ley antidescargas para cerrar páginas web no dudan en argumentar que con la nueva Ley Sinde nuestro país se equipara con los países "desarrollados" en materia de propiedad intelectual. Éstos no son otros que Suecia, Irlanda, Reino Unido o Francia, donde imperan leyes antipiratería que han optado por la persecución a los usuarios de redes P2P que descargan contenidos con copyright. No obstante, su éxito ha sido completamente nulo.

El más claro ejemplo ha sido el la ley antipiratería francesa, todo un fracaso tanto en resultados como en inversión para las arcas del Estado galo. La norma propone una comisión denominada Hadopi (Haute Autorité pour la Diffusion des Oeuvres et la Protection des droits sur Internet) cuya misión principal es la de perseguir a los usuarios para imponerles sanciones económicas o incluso la desconexión de Internet durante un tiempo si son reincidentes en más de tres ocasiones.

La agencia Hadopi, con cuyo nombre se conoce a la ley, está formada por una mezcla de Colegio y una Comisión para la Protección de Derechos (de propiedad intelectual). Desde que se instaurase la norma, el presupuesto que ha tenido esta controvertida comisión ha sido de 15 millones de euros con una plantilla formada por 60 personas. El hecho de haber conseguido unos resultados prácticamente escasos demuestra el despilfarro que supone para las arcas del Estado.

Además, parece que el Gobierno galo empieza a admitir el fracaso y varios de los colegiados que tenían funciones fundamentales en Hadopi no han sido renovados tras finalizar su mandato el pasado 24 de diciembre. Esto ha paralizado por completo su actuación, pero para más inri, como leemos en Nación Red, el nuevo presidente del Senado francés (que ahora controla el Partido Socialista) no es simpatizante de esta norma, por lo que la situación en Francia respecto a las descargas parece lejos de estar clara.

De este modo, el siguiente paso en el país vecino podría ser un vuelco legislativo en una materia que sigue a la orden del día en todo el mundo por el nuevo concepto en materia de derechos de autor que ha introducido Internet. Mientras países como Suiza y Holanda admiten que legislar en este ámbito buscando la penalización no es ni productivo ni beneficioso a tenor de los hechos en España se ha preferido ceder a las presiones de EEUU y de la industria cultural y del entretenimiento para aprobar la Ley Sinde.

En pocas semanas conoceremos la composición de la Comisión de Propiedad Intelectual que pondrá en marcha el proceso de cierre de webs. Mantener esta comisión administrativa supondrá un nuevo gasto para las arcas públicas y un perjuicio económico a empresas como las dedicadas al hosting de páginas web. Los operadores también podrían verse afectados negativamente, aunque rechazan cargar con estos gastos. Sin duda, una controvertida solución será la que tendrá que tomar el Gobierno y todo ello para impulsar una ley cuyos resultados se prevén escasos a tenor del desarrollo tecnológico existente que permitirá esquivar lo propuesto por la ley tanto por las páginas web como por sus usuarios.

miércoles, 4 de enero de 2012

Censura en Internet, Proyecto Pretende Combatirla

Un grupo de activistas propone una red propia de satélites

Un grupo de activistas ha publicado el proyecto de lanzar una red de satélites en órbitas bajas para tener un acceso a Internet sin censura. Los detalles de la idea fueron presentados en el congreso del Chaos Computer Club, en Berlín. El proyecto se llamaHackerspace Global Grid. Los satélites serían lanzados gracias a globos y la red terrestre de seguimiento y comunicación se organizaría a través de instalaciones domésticas de internautas colaboradores que realizarían la tarea inversa del sistema GPS. Las estaciones estarían interconectadas. Prototipos de las mismas estarán a punto a mediados de este año y el precio rondará los cien euros la unidad.

La idea es contundente, pero su aplicación práctica presenta varias dificultades. Al margen de determinar cuántos se necesitarían, los satélites en órbitas bajas no mantienen mucho tiempo su posición. En el caso de colocarse a mayor altura en órbita geoestacionaria a nivel del Ecuador, la recepción de la señal se retardaría, algo altamente inconveniente para mantener la conexión en Internet. Por otra parte, la existencia de esta red alternativa no garantiza que los gobiernos desistieran de interceptarla.

Varios de los impulsores del proyecto colaboran en el programa alemán Constellation, una plataforma de investigación aeroespacial que usa ordenadores conectados a Internet de los miembros colaboradores del mismo. En la página del proyecto, sus promotores rechazan ser anarquistas o hackers demoníacos y huyen de cualquier etiqueta política. "Estamos interesados en todo tipo de cuestiones técnicas relacionadas con la comunicación".

ANSES EL CODIGO PARA ELEGIDOS, LOS BANCOS

El Mutualista

¡QUE SE VAYAN TODOS!
¡QUE NO QUEDE NI UNO SOLO!

Imposible, o muy difícil de entender, es la actitud asumida por las organizaciones representativas del sector frente a la destrucción de la operatoria de descuentos en ANSES. Son, justamente, las encargadas de defender los intereses del Movimiento y de las entidades de base.

Del Cooperativismo no escuchamos voz alguna. Las Confederaciones y Federaciones del Mutualismo exhibieron una profunda irresponsabilidad y pasividad frente al elevado daño que se le estaba ocasionando al conjunto del sector y a las decenas de miles de familias que quedaban sin trabajo.

No pudo conocerse información sobre las acciones emprendidas por la Confederación Nacional de Mutualidades de la República Argentina (CONAM).

Desde el 14 de noviembre de 2011 ANSES paralizó arbitrariamente el sitio web que administra y autoriza toda la operatoria de descuento de haberes. Recién 35 días después, la Confederación Argentina de Mutualidades, con la firma de Néstor Zenklusen y Rafael Pavlicich, emitió un comunicado diciendo que habían “solicitado al INAES audiencia URGENTE a fin de profundizar los dos temas apremiantes que afectan a nuestras entidades, Decretos 1991 y 1993, sobre servicios de salud y códigos de descuentos ANSES. En la misma se destaca la preocupación existente en el sector y la predisposición de CAM de dialogar en pos de rever la situación imperante en nuestros organismos”.

Continuaba diciendo: “Además, hemos interiorizado al Secretario General y Secretario Gremial de UTEDYC, de la grave situación laboral que se vive en muchas de nuestras mutuales por esta situación, que están poniendo en juego la situación económico/financiera de estas entidades, con las consiguientes secuelas”

También supo destacarse el Lic. Joaquín M. Vilella, Presidente de Mutualismo Argentino Confederado, quien oportunamente pusiera en duda cada una de las informaciones vertidas en nuestra edición digital, tildando de“apresurados los comentarios sobre la actuación de las entidades respecto del problema suscitado con la ANSES”, para agregar luego que “las entidades representativas del sector estamos trabajando a fin de dilucidar si realmente el problema responde a un tema técnico o alguna otra razón”. Además nos brindó sus consejos:“Creo que el deber de cualquier periodista es informar con respaldo de lo que se afirma”.

¿Ya se habrán enterado de que no era un problema técnico?. ¿Se habrá dado cuenta de que no fueron “apresurados” nuestros comentarios?. Y bue… será ésta la dirigencia que merece el Mutualismo.

El broche de oro, imposible de ser superado en la próxima década, lo puso la Confederación Argentina de Mutualidades (CAM) y el Instituto de Ayuda Económica Mutual (IAEM), conjuntamente con una larga lista de federaciones, muchas con domicilio desconocido.

Firmada por Néstor Zenklusen y Fernando Whpei, publicaron una solicitada en los diarios Página 12 y Ambito Financiero, en apoyo a la medida adoptada por la Presidenta de la Nación. Para ese entonces, los trabajadores ya se habían manifestado en dos oportunidades en las puertas de ANSES ante la inminente pérdida de su fuente de trabajo. Muchas entidades veían de cerca el "COMIENZO DEL FIN" de tantos años de esfuerzo.

Toda esta larga lista de organizaciones representativas, lejos de ejecutar la más mínima acción para defender al sector, salieron públicamente a burlarse de cada una de las Mutuales afectadas y de cada uno de los trabajadores que recibían su telegrama de despido.

Nosotros sentimos vergüenza ajena. Sabrá el lector sacar las conclusiones del caso.

martes, 3 de enero de 2012

EE.UU. en Crisis Age of Greed (La Era de la Codicia)


Por qué las caídas son cada vez mayores?

Entre la codicia y el fraude


Jeff Madrick con Occupy Wall Street
A partir de un comentario al libro Age of Greed: The Triumph of Finance and the Decline of America, 1970 to the Present (La era de la codicia. El triunfo de las finanzas y la decadencia de Estados Unidos, desde 1970 hasta el presente), de Jeff Madrick, los autores trazan una visión descarnada del largo proceso de debilitamiento estatal impulsado desde la era de Ronald Reagan. En el análisis, ponen de relieve el carácter destructivo de una economía impulsada por la «codicia desregulada» y cuestionan el papel de personajes como Alan Greenspan y su contribución al desastre actual.


Supongamos que alguien describe la siguiente situación: las principales instituciones financieras de Estados Unidos se extralimitaron. Crearon y vendieron instrumentos financieros sin anticipar los riesgos. Financiaron préstamos precarios en la búsqueda de beneficios en el corto plazo, sin atender a las señales de advertencia evidentes sobre la posible insolvencia de los deudores. Cuando se produjo la debacle, las financieras pidieron ayuda al gobierno y la obtuvieron a través de programas de emergencia y avales federales, es decir, fueron rescatadas exponiendo a la pérdida enormes sumas del erario. Luego, pasada la crisis, embistieron contra la intervención del gobierno y retomaron las mismas prácticas que la originaron.

De qué año estamos hablando?
Por supuesto, una posibilidad es que nos estemos refiriendo al periodo 2008-2009, en el que vimos al Citigroup, al Bank of America y a otras instituciones bailar al ritmo del colapso, del que solo las rescataron enormes inyecciones de liquidez del erario. Los banqueros manifestaron su profundo agradecimiento declarando que eran víctimas de un ataque constante e injustificado y manifestando su descontento por las declaraciones (muy) ocasionales del presidente Barack Obama sobre el papel instrumental de Wall Street en la crisis.Pero también podríamos estar refiriéndonos a 1991, el año en que hubo que pagar las consecuencias del sobredimensionamiento del mercado inmobiliario no residencial financiado por préstamos durante la década de 1980, lo que contribuyó al colapso del mercado de los bonos basura de alto rendimiento y condujo a muchos bancos –en particular, al Citibank– al borde del abismo. Solo la garantía federal de los depósitos bancarios impidió que se desatara una crisis mayor.  O podríamos estar refiriéndonos a 1982-1983, los años en que la negligencia en el otorgamiento de préstamos a países latinoamericanos culminó en una crisis profunda que expuso a pérdidas a bancos muy importantes, como, de nuevo, el Citibank, crisis que si no se agravó fue debido a los generosos préstamos oficiales concedidos a países como México y Brasil, entre otros deudores. O podríamos estar refiriéndonos a 1970, el año en que la crisis que acompañó la quiebra de la compañía ferroviaria Penn Central puso a su principal banquero, el First National City –que más tarde pasaría a llamarse Citibank–, al borde de la bancarrota; solo los préstamos de emergencia de la Reserva Federal evitaron el desastre.

Es posible que ahora la imagen sea más definida. La gran crisis financiera de 2008-2009, cuyas consecuencias aún ensombrecen nuestra economía, a veces es presentada como un «cisne negro» o una «inundación del siglo», esto es, bajo la forma de un acontecimiento extraordinario e impredecible. Sin embargo, ha sido solo el más reciente de una serie recurrente de episodios caracterizados por la extralimitación del sector financiero, el salvataje con el dinero del erario y la posterior ingratitud de Wall Street. Y nada indica que este patrón vaya a modificarse.




Age of Greed: The Triumph of Finance and the Decline of America, 1970 to the Present
(La era de la codicia. El triunfo de las finanzas y la decadencia de Estados Unidos, desde 1970 hasta el presente) de Jeff Madrick es una crónica tentativa del nacimiento y la persistencia de este modelo.



No nos encontramos frente a una obra analítica, motivo por el cual, como explicaremos más adelante, su lectura en ocasiones se vuelve una experiencia frustrante. Por el contrario, se trata de un conjunto de viñetas, de viñetas fascinantes y a la vez, si se las toma en conjunto, profundamente perturbadoras, porque no solo sugieren que somos testigos de un ciclo iterativo, sino que el descalabro es cada vez mayor. Y como, al parecer, no se ha aprendido ninguna lección de la crisis de 2008, solo nos es dado especular qué tan grave será la próxima.

De lo primero que uno debe tomar nota sobre el ciclo de extralimitación financiera, crisis y rescate, es que no siempre funcionó de este modo. EE.UU salió de la Gran Depresión con un sector financiero en extremo regulado, y durante unos 40 años estas regulaciones fueron suficientes para mantener la actividad bancaria en un ámbito seguro y aburrido. Y por un tiempo –con el recuerdo aún vivo de las quiebras de bancos en 1930– a la mayoría le parecía bien así. Pero en el curso de las décadas de 1970 y 1980, tanto el consenso político a favor de un sistema bancario regulado como la estructura que otorgaba seguridad al sistema bancario empezaron a desarmarse. La primera mitad del libro describe cómo ocurrió esto sirviéndose de los perfiles de una serie de personalidades.En cierto modo Madrick transita aquí un terreno ya explorado. Describe el desconcierto económico imperante en la década de 1970, cuando el país quedó paralizado por la estanflación. Como él señala, Richard Nixon y Gerald Ford –al igual que los republicanos en la actualidad– no responsabilizaron por los problemas de la economía a los verdaderos culpables, sino a la intervención estatal. Madrick hace hincapié en un aspecto clave que en muchas ocasiones se pasa por alto o no se comprende bien hasta el día de hoy: la inflación vertiginosa de la década de 1970 no echó raíces en un problema genérico de «gigantismo estatal» (big government), sino en acontecimientos ante todo circunstanciales –las sacudidas en el precio del petróleo y el pobre rendimiento de los cultivos–, cuyos efectos se extendieron a toda la economía a través de la indexación de precios y salarios. Según Madrick, sin embargo, la modificación continua en las políticas del Tesoro y la Reserva Federal (recuérdese el control sobre precios y salarios) durante las administraciones de Nixon,Ford y Carter llevó a los ciudadanos a perder la confianza en la eficacia del gobierno y preparó el terreno para la aceptación de los mensajes antiestatales de Milton Friedman y Ronald Reagan.

Si bien a nuestro entender hubo motivos más profundos para el ascenso de Reagan, Madrick está en lo cierto cuando afirma que la tensión económica de la década de 1970 abrió las puertas a la política reaganiana. Tal como lo describe, la capacidad impresionante de Reagan para el ejercicio del doble discurso y la falacia oportuna fue lo que le permitió, como portavoz de intereses corporativos, convencer a una sociedad crédula de que «el Estado se había convertido en el principal obstáculo para la realización personal». En el que probablemente sea el mejor capítulo del libro, Madrick relata con ironía cómo Reagan, bajo la fachada del moralista, hizo de la codicia y el individualismo sin límites no solo comportamientos aceptables, sino objetos encomiables para la mentalidad estadounidense. Madrick lleva a cabo a la vez una tarea particularmente persuasiva como desmitificador de la figura de Milton Friedman, principal artífice intelectual del movimiento que abogó por la desaparición del rol regulador del Estado.

Tal como lo señala Madrick, si bien es cierto que Friedman supo aprehender de modo significativo ciertos fenómenos económicos, en general sometió los datos empíricos al calzador de una narración sesgada que ganó para sus teorías más aceptación de la que habrían merecido realmente. Lo que ocurre es que Friedman, como Reagan, prefería «afirmar con sencillez las demandas del libre mercado», sin dar lugar a las reticencias.

Para Friedman, el mercado libre fue la respuesta a casi todos los problemas: la atención de la salud, la seguridad de los productos, la regulación bancaria, la especulación financiera, etc. Friedman, por otra parte, responsabilizó al gobierno de forma directa por la Gran Depresión, una visión desmentida por los datos. (Aunque es casi absolutamente cierto que los errores cometidos por la Reserva Federal empeoraron la situación.) En palabras de Friedman, y según lo cita Madrick, «La Gran Depresión, como la mayoría de los periodos de marcado desempleo, fue el resultado de una mala administración del gobierno y no de la inestabilidad inherente a la economía privada». Remplácese «Gran Depresión» por «crisis financiera y sus secuelas» y las mismas palabras que Friedman pronunció en 1962 podrían atribuirse hoy a John Boehner, el actual presidente de la Cámara de Diputados. Como Reagan, Friedman promovió un credo basado en la codicia, es decir, en la idea de que el interés individual sin controles puede promover el bien común.

Al mismo tiempo que en la década de 1970 la inflación socavó la confianza en los planes económicos del gobierno y catapultó a Friedman a la fama, también terminó con las restricciones a las instituciones financieras del New Deal al volver imposible la limitación de las tasas de interés sobre los depósitos. Para abordar esta parte de la historia, Madrick elige una figura a la que se suele olvidar: Walter Wriston, presidente del First National City/Citibank desde la década de 1960 hasta los años 80. Wriston es recordado entre los economistas de hoy por una frase famosa en la que desestimaba el riesgo soberano: «Los países no entran en quiebra».

Pero como documenta Madrick, la carrera de Wriston no acaba en sus juicios errados sobre el riego en los préstamos a gobiernos nacionales. Mejor que cualquier otro, Wriston es el epítome de la metamorfosis del sistema bancario y su pasaje de sostén cauto de la roducción industrial a fuente independiente y desenfrenada de beneficios, generador de crisis y receptor reiterado de rescates sostenidos por el erario público. Como señala Madrick astutamente, «Wriston sostuvo una pantomima del mercado libre», oponiéndose con firmeza al rescate federal de Chrysler (1978) y Continental Illinois (1984) mientras salvaba su propio pellejo en múltiples ocasiones mediante la intervención federal.
Podría decirse que la transformación del sistema bancario estadounidense a la que Wriston dio inicio ocurrió en una fecha tan temprana como 1961, cuando el First National City empezó a ofrecer, como alternativa a los depósitos bancarios tradicionales, certificados negociables de depósitos, instrumentos que podían convertirse en metálico de forma anticipada sin las restricciones legales aplicables a las tasas de interés. La innovación del First National City Bank –y la decisión de los entes reguladores de pasarla por alto– marca la primera grieta importante en el sistema de regulación bancaria creado en la década de 1930 y posiblemente, por consiguiente, el primer paso en el camino hacia la crisis de 2008.

Wriston volvió a inscribir su nombre en los libros de historia gracias al papel crucial que jugó en la creación del boom de empréstitos a gobiernos latinoamericanos a fines de la década de 1970, situación que prefiguró el boom del crédito hipotecario de alto riesgo (subprime) del que fuimos testigos en la siguiente generación. La desestimación por parte de Wriston de los riesgos implícitos en el préstamo a gobiernos nacionales encuentra un eco en la década de 2000, en palabras como las de Alan Greenspan, para quien una «grave distorsión de precios a escala nacional» –es decir, la burbuja inmobiliaria que iba a estallar– parecía «muy poco probable». Los banqueros fueron incapaces de evaluar la posibilidad de que todas las naciones deudoras atravesaran problemas de forma simultánea; Madrick cita aquí al presidente de J.P. Morgan: «Habíamos establecido límites en cada país a largo y corto plazo, no tomamos en consideración la totalidad». Al hacerlo así, anticiparon el error radical en el cálculo del riesgo de los valores negociables respaldados por hipotecas, que se consideraban seguros porque era improbable que un número importante de hipotecas se volviera incobrable a la vez.
El programa diseñado para América Latina en la década de 1980 es muy similar a lo que ocurre hoy en las economías periféricas de Europa. En efecto, bajo la apariencia del rescate de países, se produjo un salvataje indirecto de los bancos


Cuando los préstamos a los gobiernos de América Latina se volvieron incobrables, se rescató al Citi y a otros bancos a través de un programa que fue anunciado como ayuda a las naciones deudoras en problemas, pero que en los hechos estaba destinado ante todo a asistir a los bancos de EE.UU. y Europa. En este sentido, el programa diseñado para América Latina en la década de 1980 es muy similar a lo que ocurre hoy en las economías periféricas de Europa.
Se otorgaron grandes préstamos estatales a naciones deudoras, no para ayudarlas en su recuperación económica, sino para ayudarlas a cumplir con sus acreedores del sector privado. En efecto, bajo la apariencia del rescate de países, se produjo un salvataje indirecto de los bancos. Y los bancos se las arreglaron para salir a flote. Pero los préstamos tenían un costo, concretamente severos programas de austeridad impuestos sobre las naciones deudoras, y en América Latina, el precio de esta austeridad fue una década perdida, durante la cual cayó el nivel de los ingresos y el crecimiento fue mínimo.
En pocas palabras, fue una gran crisis liderada por los bancos, seguida poco después por la crisis de los ahorros y el préstamo, que si bien Madrick solo reseña brevemente, tuvo un costo directo aún mayor sobre los contribuyentes que la crisis actual.

¿Y cuál fue la respuesta del sistema político a esta crisis?
 Premiar con una lluvia de beneficios a la industria financiera, desmantelando lo que quedaba de las regulaciones de la era de la Depresión.

En la segunda parte del libro, Madrick examina el mundo financiero abierto, donde todo vale, generado por la desregulación. Se trata de una era signada por dos grandes burbujas –la burbuja tecnológica de la década de 1990 y la burbuja inmobiliaria de la era Bush– que terminaron mal, aunque el daño económico infligido por la segunda haya sido mucho mayor.

Nuevamente, la exposición de Madrick adopta en esta segunda parte la forma de una serie de retratos. Como en la primera parte, algunos transitan un terreno que resulta familiar. Obtenemos detalles acerca de la carrera de Alan Greenspan y sobre cómo utilizó su reputación como gurú de la economía –en retrospectiva, una reputación completamente inmerecida– para promover su ideología contraria a la intervención del Estado y antirregulatoria. Nos encontramos con algunos de los arquitectos de la crisis de 2008: Angelo Mozilo de Countrywide Financial Services, Jimmy Cayne de Bear Stearns, Dick Fuld de Lehman Brothers, Stan O’Neal de Merrill Lynch y Chuck Prince de Citigroup (producto de la fusión de Travelers Insurance con –nuevamente– el Citibank). Mozilo fue el principal promotor de las hipotecas de alto riesgo y otros préstamos otorgados a quienes no deberían haberlos recibido. Todos los demás estuvieron involucrados en el proceso que dividió, cercenó y recombinó estos préstamos convertidos en instrumentos financieros supuestamente seguros, inversiones calificadas como aaa que súbitamente devinieron papel picado cuando estalló la burbuja inmobiliaria.

No obstante, la verdadera estrella es una figura que, aunque no haya sido pasada por alto exactamente, no suele encontrarse en el centro de la mayoría de los relatos sobre la crisis: Sanford I. «Sandy» Weill. El ascenso personal de Weill corre en paralelo a la transformación del mundo de las finanzas, junto al reemplazo de las figuras refinadas de la era de la banca regulada y aburrida por outsiders con mucha iniciativa. Durante la década de 1960, los operadores de Wall Street de la vieja escuela se reían de la agencia de corredores de bolsa de Weill –Cogan, Berlind, Weill & Levitt– y la llamaban «Corned Beef with Lettuce, Un juego de palabras» . Pero hacia el año 2000, del antiguo Wall Street ya no quedaba nada y los ex-outsiders llevaban las riendas. Weill, en particular, había sido el cerebro detrás de la fusión de Citibank y Travelers, y después de una lucha de poder emergió como el nuevo ceo de Citigroup.

Lo que resulta notable de la fusión es que, cuando Weill la propuso, era claramente ilegal. Salomon Smith Barney, una subsidiaria de Travelers, estaba involucrada en la banca de inversión, esto es, en el armado de paquetes de operaciones financieras. Y la legislación de la era del New Deal –la Ley GlassSteagall– prohibía estas actividades a los bancos comerciales (instituciones de recepción de depósitos) como el Citibank.   Pero Weill creyó que podía lograr una modificación de la ley para aprobar retroactivamente la fusión, y estaba en lo cierto.  Casi de inmediato, el nuevo monstruo financiero quedó envuelto por el escándalo. 

Hoy en día es frecuente entender la burbuja tecnológica de la década de 1990 y la burbuja inmobiliaria de la década siguiente como dos fenómenos muy diferentes. Y en términos financieros lo fueron, relativamente: la burbuja tecnológica no condujo a un alza dramática en la deuda como sí lo hizo la burbuja inmobiliaria, y como resultado de su estallido no se generaron defaults graves y una huida del sistema bancario. Pero Wall Street –y la corrupción de Wall Street– jugó un papel crucial en ambas, como lo recuerda Madrick en un capítulo bajo el título «Jack Grubman, Frank Quattrone, Ken Lay y Sandy Weill. La década del fraude». Tal como lo señala Madrick, Grubman, analista corrupto de Salomon Smith Barney, fue una figura clave en muchos de los mayores fraudes contables de la época. El mismo Weill terminó su reinado en Citigroup con una riqueza inmensa y bajo sospecha.
Hay muchos villanos en esta historia, tantos que, al terminar el libro, uno queda francamente afectado por una suerte de fatiga de indignación. Pero ¿por qué los villanos han triunfado en tantas ocasiones? La respuesta más aproximada es, sin duda, a causa de la claudicación del aparato regulatorio.


Desde los bonos basura hasta los productos derivados y las hipotecas subprime, los entes de regulación hicieron la vista gorda o en todo caso los intereses empresariales y políticos –tanto demócratas como republicanos– obstaculizaron su camino. Sin duda el acto más ofensivo –y el más perjudicial en términos económicos para el país– fue el rechazo de Greenspan a utilizar los poderes de regulación de los que disponía en el mercado en eclosión de las hipotecas de alto riesgo, a pesar de las repetidas advertencias sobre la catástrofe que se avecinaba. Al igual que Reagan y Friedman, Greenspan consideró la codicia como un motor económico legítimo; desde su punto de vista, los mercados financieros no podían equivocarse.
Los ocupas en todo el mundo son producto de decadas de corrupcion politica


Pero si el problema fue la falta de supervisión, la pregunta es:




 ¿por qué abdicaron los reguladores, y por qué sostuvieron su postura a pesar de los repetidos desastres financieros?



Este tal vez sea el aspecto más frustrante de un libro por otra parte excelente: recibimos mucha información sobre lo que ocurrió, pero muy poca sobre las causas. El relato de Madrick, centrado en la personalidad, presenta la victoria de la codicia como el resultado de una serie de acontecimientos contingentes: la inflación en la década de 1970, su explotación por parte de Reagan y Friedman, las componendas de personajes como Sandy Weill y la inseguridad de Jimmy Carter y Bill Clinton. Uno no puede dejar de especular sobre la existencia de fuerzas más poderosas que están en juego.

Hemos sostenido en otra parte (y no hemos sido los únicos) que la reacción de la población estadounidense blanca –especialmente la sureña– que se opuso a los movimientos de derechos civiles transformó la política del país y abrió el camino a un revés para el New Deal. En la misma dirección, es difícil encontrar un sentido a la capacidad creciente de los banqueros para lograr que las reglas se reescriban a su favor si no se menciona el rol del dinero en la política, y cómo este se ha extendido como un cáncer en los últimos 30 años. Hay un libro que todavía nadie escribió, un libro tal vez menos centrado en el retrato personal y seguramente menos ameno que el de Madrick, pero que logre aprehender las fuerzas que hicieron posible el reinado de los villanos financieros.



No obstante, más allá de cuál sea la historia profunda, el subtítulo del libro de Madrick da en el clavo: lo que hemos experimentado es, en un sentido muy real, el triunfo de Wall Street y la decadencia de eeuu. A pesar de ciertas reivindicaciones académicas (originadas en su mayoría en las escuelas de negocios), las enormes sumas de dinero canalizadas a través de Wall Street no produjeron una mejora en la capacidad productiva de eeuu mediante la «asignación eficiente de capital para su mejor aprovechamiento». 


Por el contrario, la productividad del país disminuyó al dejar el capital librado a la argucia financiera, los paquetes de compensación absurdos y las valuaciones bursátiles infectadas por la burbuja. Y lo ocurrido tras las secuelas de la crisis de 2008-2009 es aún peor: toda la evidencia sugiere que EE.UU. está en camino de desperdiciar la mejor parte de una década en un contexto marcado por altas tasas de desempleo y un crecimiento estancado que malogra millones de vidas, en particular las de ancianos, jóvenes y otros grupos económicamente vulnerables.


A pesar de todo, parece que todavía no hemos aprendido la lección de que la codicia no regulada, en especial en el sector financiero, tiene un efecto destructivo. 


Es cierto, la mayoría de los demócratas hoy están a favor de una regulación financiera más fuerte, aunque no tan fuerte como lo exigen las manipulaciones continuas de las grandes instituciones financieras. Los republicanos de la actualidad, por otro lado, siguen encadenados a la idea de la codicia como motor de la economía. Desde su perspectiva, el problema sigue siendo el gobierno. 


Se ha convertido en la ortodoxia de la derecha –a pesar de la evidencia abrumadora de lo contrario– que empresas patrocinadas por el gobierno como Fannie Mae y Freddie Mac, y no Angelo Mozilo y Countrywide Credit, son las responsables del caos de las hipotecas de riesgo. 


Mientras se autoproclaman defensores del ciudadano común, los republicanos siguen trabajando duro para acabar con las protecciones a los consumidores de la administración Obama, que podrían llegar a prevenir la reproducción de los préstamos rapaces de las hipotecas de riesgo.

Age of Greed (La Era de la Codicia) ofrece un relato fascinante y muy perturbador de la hipocresía, la corrupción y la codicia sin límites. Pero antes que eso, es un recordatorio muy necesario de cómo terminamos en el desastre actual, un recordatorio muy necesario mientras se nos siga repitiendo que nada es mejor para la economía que la codicia

lunes, 2 de enero de 2012

El Imperio sin Lider, Darth Vader Murio

LONDRES - esgrimista olímpico y de la película Master Sword Bob Anderson apareció en algunas de las más famosas escenas de duelo película - aunque pocos espectadores lo sabían.

Anderson, que ha muerto a los 89 años, se puso el casco negro de Darth Vader y se enfrentaron a la luz de sable en dos de los tres originales de "Star Wars", las películas, "El Imperio Contraataca" y "Return of the Jedi".

Anderson, quien trabajó con actores de Errol Flynn a Antonio Banderas durante cinco décadas como un maestro de la espada, director e intérprete lucha truco, falleció el día de Año Nuevo en un hospital de Inglés, la Academia Británica de Esgrima, dijo el lunes.

Vader, de "Star Wars" villano intergaláctico, fue la voz de James Earl Jones e interpretada por dos metros (1,98 metros) ex levantador de pesas David Prowse, pero Anderson intervino durante las escenas de lucha clave.

"David Prowse no era muy bueno con la espada y Bob no podía conseguir que él haga los movimientos", dijo el ex asistente de Anderson, Leon Hill. "Afortunadamente, Bob sólo podía ponerse el traje y lo hace a sí mismo."

Las escenas funcionaba a la perfección, a pesar de Anderson, y luego llegando a 60 años, fue varias pulgadas más corta que Prowse.

Pocos sabían del papel de Anderson hasta que Mark Hamill, que interpretó a Luke Skywalker, dijo en una entrevista de 1983 que "Bob Anderson era el hombre que realmente hizo la lucha contra Vader."

"Se suponía que iba a ser siempre un secreto, pero finalmente le dije a (el director), George (Lucas) que no creía que fuera justo nada más", dijo Hamill revista Starlog. "Bob trabajado tan duro con sangre que se merece algún reconocimiento. Es ridículo preservar el mito de que todo está hecho por un hombre."

Robert James Gilbert Anderson nació en Hampshire, sur de Inglaterra, en 1922, y se señaló a la esgrima desde una edad temprana.

"Nunca tomé la espada", dijo en una entrevista para el documental de 2009 "La recuperación de la hoja." "Creo que la espada me llevó."

Anderson se unió a la Infantería de Marina antes de la Segunda Guerra Mundial, la enseñanza de esgrima a bordo de buques de guerra y ganando varios títulos de los servicios combinados en el deporte.

Sirvió en el Mediterráneo durante la guerra, más tarde se formó como entrenador de esgrima y representó a Gran Bretaña en los Juegos Olímpicos de 1952 y los campeonatos del mundo 1950 y 1953.

En la década de 1950, Anderson se convirtió en entrenador del equipo nacional de esgrima de Gran Bretaña, cargo que ocupó hasta finales de 1970. Luego se desempeñó como director técnico de la Asociación de Esgrima de Canadá.

Su obra primera película fue a pelear en jaulas y Flynn entrenamiento en espadachín "El señor de Ballantrae" en 1952.

Él se convirtió en uno de los de la industria más buscados dobles de actores, coreógrafos lucha y maestros espada, trabajando en películas como las aventuras de James Bond "Desde Rusia con amor" y "Die Another Day", la fantasía "La princesa prometida", Banderas retozos de acción "The Mask of Zorro" y "La leyenda del Zorro" y el "Señor de los Anillos".

Esgrima presidente de la Academia Philip Bruce Anderson dijo era "verdaderamente uno de nuestros más grandes maestros de esgrima y un director de cine de clase mundial lucha y coreógrafo."

Hill, lo recordó como "un hombre espléndido, un gran hombre que dio tanto a la esgrima que no se puede pagar".

Anderson es sobrevivido por su esposa Perla y sus tres hijos. Detalles del funeral no estaban disponibles de inmediato.